Piedras en el camino


El borde de un majestuoso acantilado de piedra caliza no es el lugar idóneo para tomar grandes decisiones.

Sentí la brisa marina alborotando mi cabello, mezclándolo con diminutas partículas de sal, en un vago intento por despejar mi mente de las cuestiones que la razón debía resolver por el bien de mi astillado corazón.

Durante media vida quise tener la iniciativa de la situación y haberme ido tan lejos que ni yo misma me hubiese encontrado; pero tropecé una y otra vez con la misma piedra, en el mismo punto del camino que elegí compartir contigo.

Para bien o para mal, todo cambia con el tiempo. Yo me hice más fuerte, levantándome tras cada una de las zancadillas que me pusiste. Ese es el motivo por el que estoy aquí. Porque a pesar de lo sola que estuve en tu compañía, yo estoy a tu lado, agradecida por caminar contigo.

Tuve que descender hasta el infierno que habitaba en tus entrañas para lograr una ínfima parte de la miel de tus labios. Tormentosos días en los que tu mirada de acero cual relámpago atravesando mi cuerpo, fulminando cualquier rastro de la ilusión de una adolescente enamorada. Mataste el sueño de un vestido blanco envolviendo mi cuerpo, ese cuerpo que has modelado a tu antojo con el único fin de ignorarlo.

Después de todo, debo darte la razón cuando me dices que vea el lado bueno de las cosas. Después de todo, no soy un número más. Puedo contarlo. Puedo gritar al mar y al viento que estoy viva, que nada ha cambiado en mi interior, que sigo siendo yo. Yo, hoy, te digo adiós.

María José Bravo

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Dos aprendices y un destino

Relatario la Virgulilla

26 de julio de 2019