Publicar o no publicar


21 de mayo


Apreciado C.:

Me embriaga la idea del escritor que no hubiera publicado nada hasta los cincuenta años y que, de golpe, un buen día, da a conocer sus obras completas deteniéndose ahí, sin publicar nunca nada más.

22 de mayo


Estimado amigo K.:

Veo comprensible juguetear con ideas extravagantes ahora que nos aproximamos al medio siglo de vida. Pero me preocupa el que tus ambiciones rocen la liviandad. He visto a hombres, hasta entonces cabales, que al cumplir una edad referencial deciden comprarse un descapotable rojo o intentan una aventura con una mujer mucho más joven. La delectación morosa, a estas alturas, me asombra lo justo.

El que quieras, de pronto, mostrar al completo tu producción literaria y luego desaparecer como un viento de primavera me parece que coquetea con el absurdo. Tu sempiterna decisión de no publicar siempre la he respetado, aun sin compartirla —como demuestran mis numerosas obras editadas—. Esta sandez que propones ¿no será acaso una broma de las tuyas?

Espero que tu propuesta solo sea un juego. De esas peripecias intelectualoides a las que te estás aficionando en los últimos tiempos, desde que frecuentas lecturas pretendidamente elevadas y te haces acompañar de ademanes doctos, despreciando a tus compañeros de envites (no lo niegues, reniegas de nosotros como los supersticiosos evitan acariciar gatos negros).

¿Sabes qué? Si esto es una trampa no me importa dejarme atrapar. Voy a entrar a degüello; arrastra bien lejos tus remilgos. Avisado quedas.

Al no publicar tus obras te pierdes un buen puñado de satisfacciones. Y todo por esa manía tuya del perfeccionismo... Casi tienes cincuenta años y ningún desconocido te ha parado en la calle para felicitarte por tu última novela, nunca has sentido la emoción de presentar tu creación rodeado de seres queridos, ni conoces lo que supone ver el sello de «segunda edición» estampado en la portada de uno de tus libros. Renunciar a eso, amigo, es dejar de cosechar el fruto de tus esfuerzos.

Seré claro: me parece una bobada eso de publicarlo todo de golpe y retirarte. Ya te he dicho muchas veces que conozco editoriales pequeñas que seguro se interesarían por tus libros; puedo estar en desacuerdo contigo en muchas cosas, pero admito que escribes de modo notable.

¡Publica ya y déjate de tonterías!

23 de mayo


Apreciado C.:

Cuando te descubren en una broma —si es que se le puede llamar así a lo que he hecho—, pero te siguen el juego, el bromista queda en una posición delicada, obligado a trasegar en un mar agitado.

Porque touché, mi anterior misiva es un extracto de una carta de Gustave Flaubert a su amigo Afred le Pottevin. Ha llovido ya desde entonces y, sin embargo, tras las tormentas sigue saliendo el arcoíris, a veces.

A esas palabras del genio francés seguían otras igual de magistrales: «Un artista que fuera verdaderamente artista, y para él solo, sin preocuparse de nada, sería algo muy hermoso; quizá se divirtiera exageradamente». Sobra añadir nada salvo expresarte lo que ya muchas veces te he dicho: sufro como un apocado en una fiesta llena de desconocidos cuando me pongo a escribir, sin que pueda evitar hacerlo ni lo contrario.

No, K., no voy a publicar el conjunto de mis obras dentro de tres años, al cumplir —déjame ser optimista por una vez— mis primeros cincuenta. Como el tatuaje de un marinero, anda grabada en mí la idea de que todo lo que he escrito hasta la fecha debe permanecer recluido, condenado a cadena perpetua en cajones recónditos, bajo siete llaves.

Respecto al futuro, sigo esperando la gota de lluvia que me empape hasta… saber terminar una frase así. Si llega, bienaventurado sea; si no, importa poco porque ando acostumbrado a vestir la mortaja del fracaso.

24 de mayo


K.:

No solo admites haberme engañado, sino que luego haces un encendido elogio de tu cobardía. No publicar te oculta de la opinión ajena, sin que sepas si tus escritos merecen loas o ser vituperados. Tu camino es el del miedo. Lo sabes, y respondes a ello con una sonrisa que pretendes enigmática pero es tan vacía como tu currículo literario. 

25 de mayo


Y sin embargo apreciado C.:

Amén.

26 de mayo


¿Amigo? K.:

No, no te concederé la última palabra; no lo mereces. Amén.

Juez Holden

Comentarios

  1. Deseando conocer más sobre C y K. El corazón en un puño se me ha quedado, oye.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Dos aprendices y un destino

Relatario la Virgulilla

26 de julio de 2019