19 de junio de 2019
Me he caído.
Esta tarde, en una Jam poética antitomates, que sí eso ya os contaré otro día de qué va, en un arranque espontáneo de optimismo delirante me he sentado en una silla de plástico con un letrero de «NO MÁS DE 50 KILOS». Lo que yo peso no viene al caso, pero es bastante más de cincuenta.
Los poetas invitados han recitado por turnos sus creaciones cuando, sin un solo crujido que me advirtiera del próximo desenlace, mi cuerpo se ha precipitado contra el suelo con violencia. Más que caída ha sido una potente succión a cámara lenta. Mi cabeza, por el contrario, ha decidido disfrutar del viaje en dos etapas con parada en la mesa de roble.
La sesión de poesía, paralizada. El centro de atracción, yo. El chichón, enorme y doloroso. La dignidad, bien, gracias. Mi dignidad no depende del juicio de los demás, afortunadamente.
Tras haber sido el involuntario centro de atracción de todos los allí presentes, solamente podía pensar en lo afortunada que había sido al elegir, aquella mañana, vestirme con unos vaqueros, muy discretos en caso de caída espatarrante.
Porque no me importa nada hacer un poco el ridículo, pero ser el chiste de la fiesta y enseñar el culo va a ser que no.
La sesión de poesía, paralizada. El centro de atracción, yo. El chichón, enorme y doloroso. La dignidad, bien, gracias. Mi dignidad no depende del juicio de los demás, afortunadamente.
Tras haber sido el involuntario centro de atracción de todos los allí presentes, solamente podía pensar en lo afortunada que había sido al elegir, aquella mañana, vestirme con unos vaqueros, muy discretos en caso de caída espatarrante.
Porque no me importa nada hacer un poco el ridículo, pero ser el chiste de la fiesta y enseñar el culo va a ser que no.
Felisa Bisbal
Esas sillas las fabrican en el mismísimo infierno.
ResponderEliminarY Satanás me odia
EliminarEspero que ya no te duela el chichón.
ResponderEliminarUn besito.
Àngels.