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Mostrando entradas de agosto, 2019

Presencia de la Virgulilla en actos culturales

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La Tertulia La Virgulilla se ha constituido como una de las asociaciones culturales con presencia en numerosos actos en Castellón y provincia. Sus miembros no solo se reúnen los jueves en su sede de El Cantonet de les Aules para su habitual tertulia literaria, sino siempre que existe un evento, presentación, inauguraciones, ferias literarias o todo lo que tenga que ver con la cultura en general, se organizan para que al menos algunos de sus miembros asistan y sea visible. Pasado ya más de medio 2019, haremos recuento de todos aquellos actos en los que la Tertulia la Virgulilla ha hecho acto de presencia. Festival Castelló Negre Organizado en el mes de febrero en el marco del Patio de les Aules este festival reúne a grandes figuras del género negro. Asistimos a las numerosas charlas y mesas redondas que ofrecieron, explicando a los demás todo aquello que se haya aprendido en las interesantes disertaciones. Encuentro de Editores Independientes 2019 (ENDEI) E

Piedras en el camino

El borde de un majestuoso acantilado de piedra caliza no es el lugar idóneo para tomar grandes decisiones. Sentí la brisa marina alborotando mi cabello, mezclándolo con diminutas partículas de sal, en un vago intento por despejar mi mente de las cuestiones que la razón debía resolver por el bien de mi astillado corazón. Durante media vida quise tener la iniciativa de la situación y haberme ido tan lejos que ni yo misma me hubiese encontrado; pero tropecé una y otra vez con la misma piedra, en el mismo punto del camino que elegí compartir contigo. Para bien o para mal, todo cambia con el tiempo. Yo me hice más fuerte, levantándome tras cada una de las zancadillas que me pusiste. Ese es el motivo por el que estoy aquí. Porque a pesar de lo sola que estuve en tu compañía, yo estoy a tu lado, agradecida por caminar contigo. Tuve que descender hasta el infierno que habitaba en tus entrañas para lograr una ínfima parte de la miel de tus labi

26 de julio de 2019

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Tengo la casa invadida por toda clase de peluches, muñecos y cachivaches cuya función desconozco. He probado a esconder la mitad en un armario que tengo reconvertido en trastero; es una de las ventajas de haber sido familia numerosa, que los roperos que te sobran cuando los hijos se independizan los ocupan los nietos. Estoy resignada a no volver a disponer de espacio extra; pagaría por tener un rincón vacío para contemplarlo y suspirar, añorando el bullicio que en el pasado me crispaba los nervios. Pues no. En mi casa, cada centímetro está invadido. Algunos de esos objetos emiten sonidos y lo hacen en mitad de la noche, sin motivo aparente salvo el de no permitirme el descanso. Y ahora viene el quid de la cuestión. Anoche, sobre las dos de la madrugada, una voz de hombre me despertó de sopetón. —¿Hay alguien que me pueda oír? —volvió la voz a decir—. ¿Estoy solo esta noche? Mis ojos, ya ojipláticos. Mi corazón a trescientas pulsaciones por minuto. Intenté despertar a mi marido pero