26 de julio de 2019

Tengo la casa invadida por toda clase de peluches, muñecos y cachivaches cuya función desconozco. He probado a esconder la mitad en un armario que tengo reconvertido en trastero; es una de las ventajas de haber sido familia numerosa, que los roperos que te sobran cuando los hijos se independizan los ocupan los nietos.

Estoy resignada a no volver a disponer de espacio extra; pagaría por tener un rincón vacío para contemplarlo y suspirar, añorando el bullicio que en el pasado me crispaba los nervios. Pues no. En mi casa, cada centímetro está invadido.

Algunos de esos objetos emiten sonidos y lo hacen en mitad de la noche, sin motivo aparente salvo el de no permitirme el descanso. Y ahora viene el quid de la cuestión.

Anoche, sobre las dos de la madrugada, una voz de hombre me despertó de sopetón.

—¿Hay alguien que me pueda oír? —volvió la voz a decir—. ¿Estoy solo esta noche?

Mis ojos, ya ojipláticos. Mi corazón a trescientas pulsaciones por minuto. Intenté despertar a mi marido pero mi garganta se negó a emitir sonido alguno.

—Responded vivos, o muertos del más allá. Soy un pájaro loco.

La voz salía de la antigua habitación de mi hija mayor. La habitación vacía dónde no duerme nadie desde hace quince años.

—¡Aquí pájaro loco! ¡Aquí pájaro loco! —repetía.

No soy valiente en demasía pero a la vista de la imposibilidad de despertar al caballero andante que duerme a mi lado, me dirigí con la lamparita de noche en una mano a averiguar que es lo que estaba ocurriendo.

Abrí la puerta de golpe con el brazo estirado al máximo, el otro por encima de mi cabeza, blandiendo la lámpara cual martillo de Thor y el resto del cuerpo lo más alejado posible. Nadie. La estancia, como siempre.

—¡Cabrones! Cierro en cinco minutos, putos cuñados. —Pausa—. Pájaro loco plantado en su nido.

Abro el armario y, desde el fondo de este, una muñeca que llora y dice algunas palabras, con los ojos fijos en mí, hablaba con la voz de mi vecino del cuarto.

Putos radioaficionados. No he podido volver a dormirme y aquí estoy contándoles mi aventura, bebiendo tila, valeriana y melisa en cantidades industriales.


Felisa Bisbal

Comentarios

  1. Si matas al vecino del cuarto y la muñeca sigue hablando, tendremos tema para un gran relato de terror...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Dos aprendices y un destino

Relatario la Virgulilla