Harry Potter o la literatura heredada de los hijos

Todo empezó con un libro del que había oído hablar. Su autora, una mujer inglesa que lo escribió mientras cuidaba a sus hijos y estaba en el paro, me cayó bien solo por solidaridad de escritora agobiada. Pensé que si era tan reconocido en el mundo entero, quizá consiguiera que mi hijo leyera.

Objetivo no superado. El libro quedó ahí, con ese título tan sugerente: «Harry Potter y la piedra filosofal», con esa ilustración en la portada de un chico con gafas volando en escoba que me llamaba a gritos, debido a mi gusto por lo fantástico. Y antes de que el libro criara polvo en una estantería olvidada, lo tomé y lo leí.

Fue una grata sorpresa sumergirme en la historia de un chico huérfano que es admitido en una escuela de magia, en un universo de magos y muggles, y niños que se enfrentan a fuerzas oscuras con sus dotes innatas o los conocimientos adquiridos a través de los libros de magia. Desde ese instante quedé enganchada a Harry Potter y a su creadora, J.K. Rowling.

Después llegaron «Harry Potter y la cámara secreta», «Harry Potter y el prisionero de Azkaban», «Harry Potter y el cáliz de fuego», «Harry Potter y la Orden del Fénix», «Harry Potter y el misterio del príncipe» y «Harry Potter y las Reliquias de la Muerte».



No conseguí que mi hijo leyera ni uno de ellos (ni mi magia ni mi persuasión llegan a tanto) pero mi hija, ya adolescente, se animó a conocer ese mundo mágico, y cuando se estrenaron las películas, allí estuvimos los tres para disfrutarlas.

Años después, con mis hijos ya adultos, hemos visitado la Harry Potter Exhibition en Valencia. Mi hija ya la había visto en Madrid con su pareja, pero quiso repetir porque incluía novedades y para vivirla junto al friki más pequeño de la familia, Benjamín, que tomó nota de todo con gran interés, aunque él, por su edad, solo ha visto la primera de las películas, «Harry Potter y la piedra filosofal». Las demás ya las irá viendo a medida que c
rezca, porque son más oscuras y en algunos puntos terroríficas.


Fue precioso ver cómo antes de acceder a la exposición, el Sombrero Seleccionador eligió a Benjamín para la Casa Hufflepuff, pues el trabajo duro, la paciencia, la amistad y la honestidad son sumamente necesarias para ser miembro. A ella perteneció el recordado Cedric Diggory, cuya pérdida marca un antes y un después en la vida de Harry Potter.

Pasamos por el andén 9 y ¾ para tomar el expreso de Hogwarts y llegar a la exposición, bien ambientada en iluminación y banda sonora, donde pudimos admirar el vestuario original del elenco, libros, la carta de ingreso a Hogwarts, varitas mágicas, escobas de quidditch, las camas con dosel del internado, la cabaña de Hagrid al completo, el bosque prohibido con sus centauros y su bruma eterna, los trajes y vestidos de gala de la fiesta de Navidad del Torneo de los Tres Magos, los horrocruxes, ropa y elementos que aparecen en las recientes precuelas «Animales fantásticos y dónde encontrarlos» y en «Los crímenes de Grindelwald»… y tantas otras cosas fantásticas que no puedo ni quiero citar aquí, pues recomiendo a todos los fans de la saga que la visiten. En principio estará abierta hasta la primera semana de julio de 2019, pero con un poco de suerte ampliarán el plazo, porque recibe muchísimas visitas.

Os ofrezco unas fotos de la exposición para despertar vuestros deseos de verla en persona.

M. Carmen Castillo

Comentarios

  1. Ha debido ser una gran experiencia y me has dado ganas de visitarla.

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  2. Interesante siempre todo lo referente a Hogwarts.

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